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lunes, 30 de noviembre de 2015

"Las sufragistas": voto, hogar, calle y cárcel: ¡cine!

Es admirable el vigor mostrado por la película inglesa Las sufragistas (2015), dirigida no solo con esmero artístico, sino también con aguda credibilidad. Ese vigor se muestra en la estructura lógica de sus ideas y en lo específico de su tema: el derecho al voto de las mujeres. Con guion escrito por Abi Morgan, la directora de esta película, Sarah Gavron, entiende bien que las distintas luchas de las mujeres por alcanzar el voto, en condiciones iguales a los hombres, son más que una reivindicación. Por eso, Las sufragistas expresa muy bien que esta lucha de las mujeres es, además, sostén de la sociedad toda, que es lucha política e implica la fe de llevarla hasta otros temas, como la equidad social, el respeto a la condición humana y el logro de una sociedad más justa. Todavía es más claro el argumento de este filme, cuando propone que esta gran lucha femenina es y será dada fundamentalmente por las mujeres proletarias, quienes sufren con más dureza las injusticias de una sociedad patriarcal y odiosa con sus regulaciones laborales. Con eso último, Las sufragistas es cine casi documental (su directora es también documentalista) y no malgasta imágenes. Así se muestra con las mujeres en los centros de trabajo, en el hogar, en las calles, en las actividades clandestinas y hasta cuando son encarceladas. La resistencia al avance social femenino proviene de igual forma de un sistema político-económico y no solo del orden ideológico patriarcal. Eso en lo conceptual, donde la película es hervidero de ideas que nos llega desde sus diálogos nada superficiales, ¡para nada! Hay más, porque tres elementos fortalecen la posición fílmica de la directora Sarah Gavron para esta excelente película. Primero, la fotografía grisácea y de agudeza proletaria, lejos de cualquier estilo colorido de la “Belle Époque”: recordemos que los acontecimientos se dan antes de la Primera Guerra Mundial. Ese arte le corresponde al español catalán Eduard Grau, cada vez más grande en lo suyo. El segundo elemento es la música de otro grande: el francés Alexandre Desplat, quien se muestra superlativo: el filme corre por su pentagrama. Tercero: la extraordinaria presencia del elenco, con formidable actuación de Carey Mulligan, eximia como la mujer fabril que, poco a poco, toma conciencia política hasta convertirse en auténtica revolucionaria. Las sufragistas es cine comprometido desde su ética y con su estética. Es filme aún válido, porque las mujeres juegan hoy un papel histórico en el cambio de una sociedad que se cae con su podredumbre. Este es cine del excelente, de ese que uno nunca debe perderse.

domingo, 29 de noviembre de 2015

"Un gran dinosaurio", buen filme que pudo ser mejor


No hemos terminado aún de frotarnos las manos ante el placer dado por Disney junto con Pixar, por el estreno del filme Intensa-Mente (2015), dirigido por Pete Docter, cuando ya nos traen una nueva y seductora aventura: Un gran dinosaurio (2015). Como director ha sido escogido Peter Sohn, y lo primero que hizo fue cambiarle la edad al personaje principal, un dinosaurio llamado Arlo. Pues bien, Un gran dinosaurio, pese al encanto de su historia, al logrado diseño de sus personajes y al magnífico entorno visual tiene el problema de ser un relato débil en sí mismo, que aporta poco o nada a la evolución del lenguaje fílmico animado y al que le cuesta convencernos de lo “real” de su trama. Con el argumento, tenemos un joven dinosaurio (Arlo), quien debe hacer un viaje difícil para recuperar a su familia y para superar los miedos que lo mortifican. En dicho éxodo, Arlo establece profunda amistad con un niño cavernícola al que llamará Spot y quien tendrá su propio destino: él es parte de la especie humana en temprana evolución. Ellos se complementarán. El filme tiene buenos momentos, pero uno siente que pudieron ser superiores: más vitales. Destaca bien la secuencia de los tiranosaurios vaqueros: gran momento de la música de la película. Es en lo que falla el filme de manera parcial, cuando lo tenía todo en sus manos. Igual, es gustoso cine animado.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Está detrás de ti: viene de estar encima de alguien

Al fin, el cine independiente es quien saca la cara por el cine de terror y ofrece un filme que garabatea el terror desde el drama. Lo hace con calidad respetable. En Costa Rica, la película se titula Está detrás de ti (2014). La dirige con astucia el realizador David Robert Mitchell, a partir de un guion propio. El filme sorprende bien desde su comienzo, con esa especie de introducción de una muchacha que huye de “algo” para nosotros desconocido. Visualmente, el filme se ve enriquecido con un excelente plano-secuencia para ver la angustia de la joven y su escape de algo que no se dice qué es. Lo vamos a saber después: se trata de “algo” que se contagia por transmisión sexual. No es una enfermedad. Suena a moralina, pero al interior de la película lo que interesa es el terror que esa situación pueda y puede generar. Lo que sigue es encontrar la cura al “algo” heredado por sexo y es ¡tener más sexo! Roland Barthes decía que uno escribe con su cuerpo. Si le damos vuelta de rosca a la frase, podríamos decir que este filme narra bien su historia con su propio cuerpo narrativo. Su historia está bien estructurada, con suspenso bien manejado. Entonces vemos buenas actuaciones de actores y actrices bastante jóvenes, el decorado es buena glosa plástica (con el refuerzo de la fotografía) y la música electrónica de Rich "Disasterpeace" Vreeland refuerza cada momento del suspenso con energía, sobre todo cuando se muestra que el “algo” prefiere matar en un coito. En medio de tanto ajetreo, hay indagaciones sobre los miedos de las nuevas generaciones y se adentra en los temores del subconsciente. Película recomendada, va al estilo de John Carpenter, por dicha, y no del fallido Wes Craven.

domingo, 22 de noviembre de 2015

"Los juegos del hambre: Sinsajo, parte 2": se mantiene

Minutos más, minutos menos, hace un año me refería a la tercera entrega de Los juegos del hambre (2014), en su parte primera (dirigida por Francis Lawrence), como puente entre lo que había antes y lo que habría de venir y ya está aquí: Los juegos del hambre: Sinsajo, parte 2 (2015), de las manos del mismo director. Aún como “puente”, esa parte primera de este tercer capítulo está bien dentro del tono distópico propio de la ciencia-ficción. Hoy, la parte segunda se ve obligada a ser más proactiva y, por eso, a configurarse diferente como relato fílmico. Con el final de la película anterior, parecía que uno oprimía un botón de pausa. Hoy, al comienzo de este filme que cierra el ciclo, uno siente que solo da “play”, que tan solo fuimos a comernos un emparedado con refresco y que hemos durado un año en ello, sin sentirlo. Los juegos del hambre: Sinsajo, parte 2 retoma fuerzas como hecho narrativo y, con su cruce de aves híbridas (sinsajo), el filme narra bien el viaje de sus principales personajes hacia algo. Ese “algo” oscila entre el ansia de libertad para los residentes de los distritos (derrocar a la dictadura con sus juegos del hambre) y el afán de venganza (matar al dictador). También los sentimientos asumen nuevos rostros: la alegría, el dolor y, ante todo, el amor. Las actuaciones del equipo crecen en calidad, con Jennifer Lawrence más presente que nunca. La música es portentosa, necesaria y útil. La fotografía le corresponde muy bien a una magnífica dirección artística: mezcla sabia de escenografías con arte tecnológico (efectos visuales). Con aceptable versión 3D, los subtítulos fueron colocados de manera oportuna entre los personajes. Es curioso: así, se alienta el dinamismo dramático del relato y la tensión visual. Especie de visión futurista de la lucha de clases, el filme Los juegos del hambre: Sinsajo, parte 2 logra superarse a sí mismo como elemental entretenimiento para adolescentes. Ha sido un buen cierre para una saga que ha dado mucho más de lo esperado.

lunes, 16 de noviembre de 2015

"Conducta": historia tensa y sensible, cine cubano

Lo mejor del cine cubano es su capacidad para ser relato y hacer crítica social a la vez, siempre con logradas metáforas. El filme Conducta (2014), con la precisa dirección de Ernesto Daranas, se suma a ese hábito donde tanto la función estética como la social son aquí sinergia. Conducta es drama sentimental, que logra conjugar –de manera admirable– el valor de las ideas, el desarrollo de ellas, su pensamiento, o sea, sus conceptos, con su sincera e inteligente forma de narrar (tratamiento). Contenido y forma, todo ello expresado con talento narrativo y con solidaridad visual. Es curiosa esta habilidad del cine cubano y de sus directores, quienes son los primeros críticos del orden social con el cual conviven y al que, al final de cuentas, respaldan. Aunque Conducta tenga algunas pocas secuencias un tanto machaconas con su lirismo melodramático, el resultado final es el de una película no solamente seria y contundente, sino también amorosa con sus personajes, sujetos que viven al margen de una sociedad cuyas égidas o estandartes son la justicia social y la paz. De esa manera, la historia tensa y sensible (a la vez) de una maestra que asume con gran amor su vocación y quien se supera a sí misma ante niños o niñas que viven situaciones humanas desfavorables, cala en el espectador con asombrosa probidad. La excelente fotografía y la música se incorporan con arte y argucia al relato mismo: con estilo coherente. Es admirable este trabajo de simbiosis dramática para beneficio del proceso narrativo. Le da cuerpo de excelencia al filme. De manera análoga hemos de hablar de las actuaciones, de todo el equipo histriónico y no solo de los principales: ¡excelentes!, son ellos quienes nos sumergen en ese tejido complejo de la sociedad cubana, pero que igual podría darse en otros países distintos: es el carácter universal de Conducta. La película evita juzgar a sus personajes. Los ve cómo sujetos de una historia dialéctica, de una historia capaz de desarrollarse siempre, aunque cambie de formas. Es cine con fervor humanista si pensamos en ese hombre cubano y continental: José Martí. O sea, es filme martiano al señalar el valor de la educación y de la escuela.
Cierro con la ensayista costarricense Nuria Rodríguez Gonzalo. Ella escribió en su artículo titulado Viaje a la isla de los cronopios este concepto: “Conducta es película fuerte, dramática, las historias de sus protagonistas son tragedias que nos producen catarsis. No ahorra críticas al sistema educativo ni a la sociedad que describe; sin embargo, también es una obra plena de ternura, profundo afecto e indiscutible belleza.” 
Enlace: 
http://www.elpais.cr/2015/11/13/viaje-a-la-isla-de-los-cronopios/

"El lugar más feliz del mundo": flojera desde su guion

Otra película costarricense, una más y nada más. Asunto cuantitativo: muy pocos filmes del país logran el salto hacia una condición cualitativa. Esta vez se trata de un mejunje o aguachirle sin fuerza ni sustancia, así de aguado, aunque visualmente agradable por secuencias. Su título es El lugar más feliz del mundo (2015), filme de Soley Bernal, realizadora de origen colombiano afincada en Costa Rica. La verdad es que no pasa de ser versión biodegradable de lo que siempre hacen determinados cómicos del país, ahora metidos con calzador en cine. El problema viene desde las debilidades de su guion. Su núcleo argumental tiene poca garra y menor coherencia, solo excita la epidermis del público: lo hace a partir de la presencia huera de sujetos ya conocidos en el medio farandulero. El argumento remite a pleitos por audiencia entre dos canales de televisión, uno más poderoso que otro, como si fueran expresión frívola de la lucha de clases. El canal rico paga a un asesino en serie para que mate a cuanto cómico participe en el canal pobre, llamado el canal de la comedia. Al borde de la quiebra, el canal festivo lleva a sus intérpretes a un largo viaje hacia un lugar exótico donde se sentirán renovados y, así, volver y derrotar a los ricos. Ese tal viajecito resulta largo para uno como espectador, mientras se llena de chistes fáciles y absolutamente predecibles. Es cuando la trama se cae sola. Si el núcleo argumental es más disperso que un rezo de loras, también es débil el diseño de personajes: parece más un filme pensado para sus actores que actores pensados para un filme.
Crítica completa en:
http://www.nacion.com/ocio/cine/Critica-cine-lugar-feliz-mundo_0_1524447636.html

jueves, 12 de noviembre de 2015

"Danny Collins: Directo al corazón", mejor... al basurero

El guionista Dan Fogelman pasa de su habitual trabajo de escritor de libretos para filmar su primera película con guion propio. Se titula Danny Collins: Directo al corazón (2015): es melodrama azucarado que gira sobre el rock, donde hasta el rock parece cursi. Si quisiéramos, con ese primer párrafo podríamos dar por terminada esta crítica, pero quedan algunos apuntes. Uno se ríe cuando al principio del filme se dice que la historia “está como basada en hechos reales”, así dice. “Como basada”, o sea, “basada en hechos reales... o al menos un poco”. El asunto es que este filme se basa en anécdota sucedida a otro músico real, Steve Tilston, en el arte del folk. A dicho solista, John Lennon le escribió una carta y Tilston recibió esa misiva cuarenta años después. Hasta ahí el hecho real. Lo demás se lo inventa la película y crea un nuevo personaje: Danny Collins. Collins es cantante roquero capaz de hablar mal hasta del propio rock mientras se hace millonario. Es un sujeto de setenta años con gran pegue entre las masas roqueras. Dicho cantante disfruta la vida precisamente con aquello que la sociedad señala como “excesos”. Así hasta que él lee la carta de John Lennon. ¡Zaz! El hombre queda allí como Saulo cuando oyó la voz de Jesús (“Saulo, ¿por qué me persigues?”): la carta del gran Lennon lo “convierte” en otra persona y la película se viene en caída libre, como cerveza derramada: es cada vez más mala, más cursi, más superficial, más aburrida, más tonta, con exceso de diálogos explicativos y pierde la potencia visual del principio. Es de lamentar que la tan buena actuación de Al Pacino (como el viejo roquero) se desperdicie en un filme tan malo como este.

lunes, 9 de noviembre de 2015

"007: Spectre": entre Orwell y Bradbury, según Mendes

Cuando ya nos vamos acercando a la película número 25 con James Bond, un tal 007, el estreno en Costa Rica del filme 007: Spectre (2015) nos permite señalar que dicha película cuenta con un buen director, como lo es el inglés Sam Mendes, quien sabe escribir conceptos arriesgados y contraculturales en los pliegues de sus logros artísticos (visuales). Por ejemplo, en 007: Spectre, se cuestiona el tema de matar con permiso según ciertas estructuras de poder: las políticas. El agente James Bond es señalado como “asesino” en distintos parlamentos. Por esa ruta, se cuestiona el abuso de poder y el control constante de los personajes por parte de la agencia gubernamental, con el avance tecnológico. Es una especie de mundo a lo Orwell o a lo Bradbury en sus novelas “1984”, del primero, y “Fahrenheit 451”, del segundo. En efecto, Sam Mendes ha estructurado una película distópica y pesimista, donde las mafias se globalizan de manera perversa: tráfico de mujeres, de niños, drogas, órganos, migrantes, medicinas y otras especias, incluido el espionaje. No solo es asunto de persecuciones bien conseguidas (la de México es excelente desde su plano-secuencia) o de entregas eróticas con “chicas Bond”, aquí débilmente logradas: sin convicción erótica. No es solo eso: también hay miga o enjundia. Por otra parte, para complacer a los “bondianos”, la película ofrece guiños tradicionales del agente Bond, bastantes. Incluso la música va por ahí, con notas constantes del tema original, aunque empacha por demasía. El filme peca por exceso de diálogos que dañan su ritmo; empero, esto no afecta el buen trabajo de actores con espuela: Daniel Craig, Ralph Fiennes y Christoph Waltz, en ese orden. A ellos debe sumarse la buena factura técnica y la sorprendente dirección de arte.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

"Shaun, el cordero" y "Máxima precisión": dos estilos dentro del buen cine

Me gustaría ser adivino: estoy seguro de que en el futuro, cuando se estudie el cine de esta época, se sabrá que al cine actual le fue bien gracias a la valiosa narrativa del cine animado. Hasta nos podemos dar el lujo de repetir la sentida expresión del escritor francés Marcel Proust: “No amamos tanto al cine por lo que es, como por lo que llegará a ser.” Ahora se trata de la película Shaun el cordero (2015), dirigida por Mark Burton y Richard Starzack, obsequioso, inteligente y bien logrado filme de los estudios Aardman. Shaun el cordero es gozo sutil y avispado a la vez, con una bien estructurada historia desde el arte del “stop-motion”. Con su trama, vemos cómo un grupo ovejuno y el perro fiel de la granja se ven obligados a salir del campo a la ciudad para rescatar al granjero que los cuida y unifica. Los eventos con los que el señor granjero va a dar a la ciudad son tan gozosos como su estadía citadina, donde sufre de amnesia. Igual es con el rescate y regreso al cortijo; aquí los tres chanchitos han hecho desastres. Sus instantes de humor son sabios, las imágenes nos seducen y la música de Ilan Esshkeri también. El filme dice mucho, pese a que no hay palabras ni diálogos verbales de estilo tradicional (¡notable!). En efecto, no todas las rebeliones en una granja son como las que pinta George Orwell en su novela. Por favor, no dejen de ver esta película, aunque tenga breves problemas de ritmo. 

La industria de Hollywood ha dado cualquier cantidad de películas donde la guerra es espectáculo visual. Como otra cara de la misma moneda, Hollywood ha dado también excelentes filmes en contra de las guerras. Pareciera que a la segunda lista quiere agregarse de nuevo el realizador neozelandés Andrew Niccol con su más reciente película Máxima precisión (2014), lo que ya había intentado con Hombre peligroso (2005). Con Máxima precisión, el problema es que la trama no es fácil. Es un tema que el gobierno de Estados Unidos y alguna prensa niegan como hecho cierto. Se trata del acto de matar a enemigos por medio de aviones no tripulados, conocidos como drones. Así, desde Las Vegas, con toda su fastuosidad, se lanzan dichas armas contra objetivos en Afganistán, Pakistán, Yemen o donde sea necesario. El despropósito de esa actitud es que, muy rápido, se pierden escrúpulos y se comienzan a bombardear sitios solo por suposiciones: tal vez esté o no un talibán, pero es mejor bombardear sin pensar en lo colateral. No importa si hay ancianos, mujeres, niños, sean hospitales o cuarteles. Es una espiral terrible que nos asombra o nos da rabia. El filme se basa en la historia de dos soldados, una mujer y un hombre, quienes llegan a sentir culpa por lo que hacen. Cuestionan. “Estamos peor que talibanes”, dice uno. El problema del filme es que se mete a escudriñar la vida familiar del personaje principal, hasta el lecho mismo del sexo, y pierde fuerza en su trámite político y se debilita la totalidad de la película. Eso sí, Ethan Hawke demuestra que es actor de los buenos y nos hace creíble su personaje, movido entre la propia bondad y la perversidad ajena. El filme queda recomendado.