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domingo, 5 de noviembre de 2017

Atrás hay relámpagos * *

Atrás hay relámpagos  * *
Delante hay bicicletas
Si se habla del argumento de un filme, pues que se comporte como relato y que cuente una historia

No se puede negar la magia de las actrices Natalia Arias y Adriana Álvarez para cautivar al público, sea en teatro o en cine. Eso está demostrado en cada una de sus apariciones, sea por separado o juntas, y sucede ahora con el filme costarricense “Atrás hay relámpagos” (2017), escrito y dirigido por el guatemalteco Julio Hernández Cordón.
Por supuesto que esa magia no es solo un asunto de carisma: ahí está el talento que ambas actrices han mostrado una y otra vez, igual, en cine y en teatro. Así, quienes piensan que el cine es tan solo representación, han de preguntarse por qué, con tales actrices juntas, las cosas no salieron mejor en
Atrás hay relámpagos”.
Creo que la película no engancha mejor con el público en general (no hablo de los adictos acríticos del cine costarricense, que los hay en relativa cantidad), no engancha por la ausencia de un relato propiamente dicho. En ello, me apoyo en la apreciación del teórico de cine, semiólogo y sociólogo, el francés Christian Metz.
Decía Metz (simplifico) que en una película hay que eliminar todo vestigio de que se trata de un discurso estructurado (aunque este exista) y favorecer al máximo el hecho de que se trata de pura narración o pura historia. Agrego: aquí es donde deviene importante lo imaginario.
Entendido el cine como narración y representación, no dudo en afirmar que es esa ausencia de un relato propiamente dicho lo que debilita el desarrollo del filme que comento. Si al menos se hubiese presentado como algo experimental o como opción de ser un dispositivo sensorial nada más, mi valoración podría cambiar.
Pero no, la película fue, ha sido y es presentada como una “historia”; sí, por ejemplo, en la página Filmaffinity leemos: “Sole y Ana andan en sus bicis por la ciudad. Ellas investigan unos autos viejos abandonados, son una herencia de la abuela de Sole, con la intención de ponerse una compañía de taxis. Pero su amistad se verá en riesgo cuando encuentran una sorpresa en una de las jorobas.”
Mas no es así, la tal sorpresa queda botada muy pronto, el taxi del caso también y el resto es ver a muchachos dele y dele con sus piruetas bicicleteras, especie de contexto para hacer un retrato más bien inexpresivo y superficial de la conducta de cierto sector socio-juvenil actual, tanto de una perspectiva como grupo o individual.
Como resultado,
Atrás hay relámpagos” es filme sin tensión dramática por ausencia narrativa y, si esto es adrede (lo que tampoco es novedoso en el cine, como algunos creen hoy), resulta cine superficial, sin hondura alguna, hasta frívolo y que llega –a lo más– a crónica, mera compilación o compendio en orden lógico de conductas juveniles poco significativas.
Cierro este comentario con el principio: por dicha actúan Natalia Arias y Adriana Álvarez. Incluso uno disfruta de la fugaz y buena secuencia de María Lourdes Cortés, autodefiniéndose ella en un taxi. Y no olviden las palabras de George Bernard Shaw: "Un crítico debe recordarle a su lector que está leyendo la opción de un solo hombre y que debe tomarla en lo que vale."

ATRÁS HAY RELÁMPAGOS

Título original: Atrás hay relámpagos
Costa Rica, 2017
Género: Drama
Dirección: Julio Hernández Cordón
Elenco: Adriana Álvarez, Natalia Arias
Duración: 87 minutos
Cines: Terramall, Lincoln, San Pedro, Nova Escazú y Alajuela

Calificación: DOS ESTRELLAS ( * * ) de cinco posibles

RECOMENDACIóN: “Un papá singular” (“Brad’s Status”)

Un papá singular   * * * *  Filme que juega entre el drama y la comedia inteligente con título poco atractivo, pero no le hace mella
Con título cajonero que suena más bien a libro de autoayuda, “Un papá singular” (2017) llega a las pantallas. Es comedia inteligente, fina y de notable limpieza narrativa con un depurado relato de tendencia minimalista, porque nunca habla ni exhibe más de la cuenta.
Su director, Mike White, viene a darnos una gran lección de cómo narrar en cine y hacerlo desde la esencia misma del relato, o sea, le quita pico y cola y lo deja con solo los atributos suficientes para darle fuerza dramática, ello dentro de un marco de sustanciosa ironía.
Mike White, también guionista, ubica a sus personajes en esta castrante sociedad que ha convertido el éxito individual en rasgo obsesivo y egoísta de la conducta, al punto que se discrimina a quienes no alcanzan esos puntos altos de la movilidad social. Esto hace que muchos sujetos recurran a lo que sea con tal de alcanzar el reconocimiento social, que pasa por lo económico (la corrupción, por ejemplo).
El filme parte con un padre de familia llamado Brad, quien envidia el éxito alcanzado por sus excompañeros de estudios, aunque estos sean ídolos con pies de barro. Quienes tienen el poder económico, a sujetos como Brad les dicen “resentidos sociales”. Por eso, Brad no quiere su suerte para su hijo, quien ingresará a una universidad por escoger.
Convencido de que él es un tipo fracasado, pese a no serlo en realidad, veremos a Brad moviendo mares y montañas en favor de su hijo Troy. Sin duda, el contenido de “Un papá singular” (título original: “Brad’s Status”) se concentra en la conducta y palabras del personaje Brad: tal es el “segundo mundo” que nos abre la película (para usar una expresión –sobre el cine– gustada por la Unesco).
Un papá singular” es uno de esos filmes donde el personaje es la historia, es la película, y por eso es vital un buen diseño del mismo (aquí, es magnífico). De seguido, tal aspecto necesita de una buena actuación que nos haga creíble el dilema principal con sus antecedentes y consecuencias. He de confesarlo: creo que esta es la mejor actuación que le he visto a Ben Stiller.
A Stiller, como Brad, lo acompaña el joven actor Austin Abrams como su hijo Troy, a quien le falta versatilidad emocional con su personaje. El asunto es que Ben Stiller “se come la pantalla” con su trabajo: es el poder emocional del filme, ayudado por lo formal, esto es, puntuales primeros planos, la voz en “off” o superpuesta, las debidas retrospecciones (“flash-back”) y sorprendentes secuencias oníricas.
Mike White maneja su película con importante sensibilidad, pero no deja de ser una cachetada que cada quien verá en qué momento le toca, sobre todo mientras asistimos a la interesante evolución del personaje principal. Si se quedan después de los créditos finales, obtendrán una secuencia extra. Lo hagan o no, de mi parte no dudo en recomendarles esta película.


UN PAPÁ SINGULAR

Título original: Brad’s Status
Estados Unidos, 2017
Género: Comedia
Dirección: Mike White
Duración: 101 minutos
Cines: Cinépolis, CCM; Nova, Citi, Cinemark

Calificación: CUATRO ESTRELLAS ( * * * * ) de cinco posibles