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viernes, 30 de enero de 2015

"El gran hotel Budapest": algo más que gran curiosidad

Los seguidores de ese director icónico que es Wes Anderson están felices. Hablamos del filme titulado El gran hotel Budapest (2014), ejercicio manierista muy al estilo o autoría de su realizador, farsa de época donde lo excéntrico es el eje que da razón y sincretismo a la trama. El filme está tan bien narrado que su mundo interno, su “realidad ficticia”, es del todo coherente e increíblemente creíble. El guion es del propio Anderson y narra las aventuras a contracorriente de Gustave H., legendario conserje de un famoso hotel europeo del período de entreguerras, y de Zero Moustafa, botones de ese mismo hotel, quienes se convierten en amigos leales. La historia incluye el robo y de una pintura renacentista de incalculable valor. Eso es parte de una frenética batalla por una inmensa fortuna familiar dejada por una señora mayor. A Wes Anderson le cuesta un mundo dejarse seducir por la elipsis narrativa (resumir) y, por eso, el filme se le cae sin necesidad alguna, por perder tensión. Anderson es autor que lo quiere contar todo por una sola razón: entre más diga, más creatividad visual. En efecto, se trata de una película visualmente artística. El gran hotel Budapest se luce con un elenco de primera línea y con magnífica dirección actoral. Dentro de esa pasarela histriónica sobresalen Ralph Fiennes y Tony Revolori. Ahí se enmarca un filme de valiosos sentimientos e inteligente con sus conceptos (ideas en juego), con distintos narradores protagonistas, relatada por capítulos y con retrospecciones, sin perder su unidad.
Crítica completa, haga CLIC en:

sábado, 24 de enero de 2015

"Escobar: Paraíso perdido": ¡grande el actor Benicio del Toro!

Anunciada en Costa Rica solo con el título de Escobar (2014), esta película francesa lleva un título más amplio: Escobar: Paraíso perdido, con buena dirección de Andrea di Stefano, actor italiano que incursiona como realizador. Toma la figura de Pablo Escobar y muestra sus quehacer como narcotraficante en Colombia. La bipolaridad en la conducta de Escobar queda clara con su extraña simbiosis de un sujeto religioso, simpático, amante de su familia, casi pueblerino y, a la vez, cruel, cínico, asesino y demagogo: narcotraficante con métodos de gánster. La figura de Pablo Escobar se amplía en esta película por la elocuente, espectacular, eléctrica y multifacética actuación de Benicio del Toro. El filme también narra la historia de un joven canadiense, Nico, quien, llegado a Colombia, se enamora de una sobrina muy querida por Pablo, llamada María. Sin sospechar nada, Nico entrará en una vorágine para él insalvable. Como Nico, la actuación de Josh Hutcherson es buena, pero siempre se verá opacado frente a Benicio del Toro o frente a Claudia Traisac, sólida actriz española en el papel de María. Con música oportuna y con fotografía exquisita, se completa un buen filme sin ser cine perfecto (pero no es momento de sacar pulgas). Lo mejor es su montaje, que le da brío al ritmo.

lunes, 12 de enero de 2015

"Elsa y Fred": La dolce vita, Fellini... y el amor sin edad

Nos llega un filme cálido y como lo es "Elsa y Fred" (2014). Esta película es la historia de dos personas octogenarias quienes descubren que nunca es tarde para amar. Elsa es una espontánea mujer jubilada con bastante sentido común, quien un día se encuentra con Fred, viudo rutinario y cascarrabias, quien del todo quiere estar solo.

"Elsa y Fred" versión
argentina del 2005
Elsa y Fred es refrito (“remake”) de un filme argentino del 2005, dirigido por Marcos Carnevale, con el mismo título. Esa versión del 2005 es perdurable, al igual que las actuaciones de Manuel Alexandra y de China Zorrilla (¡genial ella!).
"Elsa y Fred"
versión del 2014
La transcripción viene hoy de la mano de Michael Radford, director nacido en 1946, en la India (Nueva Delhi), realizador que, entre otros, ha logrado títulos como 1984 (1984); El cartero y Pablo Neruda (1994) y El mercader de Venecia (2004). Agreguemos a este actual refrito la presencia de un actor como Christopher Plummer (Fred), muy bueno, quien encarna el proceso de un hombre duro cuyas fibras emocionales cambian ante el amor a la vejez. Buena escogencia. También (sobre todo) hay que mencionar a Shirley MacLaine (Elsa), actriz que aún mantiene el encanto histriónico, capaz de hacernos sentir nostalgia cinéfila por sus trabajos con el gran director Billy Wilder. Son dos películas icónicas: El apartamento (1960) e Irma, la dulce (1963); sin dejar de mencionar su exitoso filme La fuerza del cariño (1982), de James L. Brooks. Con Elsa y Fred, esta gran actriz logra una composición noble y eximia de su personaje, dentro de distintos juegos emocionales y diversos matices.
El recuerdo
del cine de Fellini
Este refrito, como el original, se convierte en añoranza y homenaje que pasan por el recuerdo de una gran película: La dolce vita (1960), de Federico Fellini, con las actuaciones de Marcello Mastroianni y Anita Ekberg.
Lo cierto es que Elsa y Fred, 2014, se cuaja a sí misma como una comedia romántica muy noble, hecha con criterio, capaz de bordear el drama sin causar desazones en el espectador. Peca, eso sí, por tener momentos convencionales y por mal manejo de las subtramas con ciertos personajes (los hijos). Sin embargo, los diálogos chispeantes, la química histriónica en pantalla, sus secuencias humorosas y su mensaje sobre el sentido del amor (de entrega al ser querido) hacen de Elsa y Fred una película de calidad por encima ante otros filmes muy publicitados que andan por ahí.
Para leer la crítica completa, haga CLIC en este enlace:
http://www.nacion.com/ocio/cine/Critica-cine-Elsa-Fred_0_1463053750.html

lunes, 5 de enero de 2015

"Más días para matar": Violencia por vicio. ¿Qué otra cosa?

Decía el escritor español Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) que el cine empezó como acabará: ¡a tiro limpio! La frase viene al recuerdo porque estamos a punto de darle la razón luego de ver una película ultraviolenta, sin más gramática que los balazos y las muertes en serieOtro día para matar (2014), dirigido por Chad Stahelski y David Leitch. 

El filme es bastante escaso en coherencia interna, donde los malos son de la mafia rusa o son latinos topadores y los buenos son héroes estadounidenses, capaces de poner orden en su país con cualquier crueldad. Entre esos héroes, la película se concentra en uno llamado John Wick, encarnado muy de manera estólida y robótica por Keanu Reeves, a quien difícilmente se le mueve una ceja con su actuación como asesino de asesinos. Si alguna vez Bertolt Brecht dijo que Hollywood era un mercado de mentiras, con Otro día para matar bien podemos decir que también lo es de la tonta violencia como mercancía, sin importar la trama de la película, a lo sumo con algún cuido coreográfico en su pasarela de muertes con personajes psicópatas. La crónica cinematográfica del Hollywood actual no pasa por la crónica cultural. Un filme como Otro día para matar es prueba de ello. El ritmo del filme es atropellado. La música aturde. Mucho descuido del plano y más de las secuencias. Movimientos de cámara artificiosos. Banalización de personajes a meras máquinas para hacer muertos. Actuaciones degradadas. Burda copia de un cómic gótico. Diálogos que son pura paja. Película incapaz de narrarse a sí misma. Que quede claro: no es por la violencia, sino por su tratamiento lumpesco.
Para leer la crítica completa, clic en:

domingo, 4 de enero de 2015

Éxodo: dioses y reyes: Ridley Scott y el bostezo bíblico

Ridley Scott vuelve a contarnos una historia que casi todos conocemos desde niños: la de Moisés enfrentado al poder de un faraón. Son dos visiones de mundo entre dos personas que se criaron juntas. Cada una se dice la voz de un dios. Así, Ridley Scott nos da su versión del hecho fundacional del pueblo hebreo con su película Éxodo: dioses y reyes (2014), con la opulencia que él cree debe dársele a un drama bíblico, donde los dioses son protagónicos y los humanos sus víctimas. Éxodo: dioses y reyes se delimita a ser excesivo espectáculo visual, muy de brocha gorda, con pinceladas que –en vano– intentan retratar a sus distintos personajes. Es así cómo el mejor momento visual deviene en el peor enunciado narrativo: las famosas plagas de Egipto, todo ello con eficacia visual, pero sin drama alguno en pantalla. Sin peso dramático, los actores Christian Bale (Moisés) y Joel Edgerton (Ramsés) parecen maniquíes en ventana de tienda. La fotografía de Dariusz Wolski cede ante el logro digital y la música del conocido Alberto Iglesias cansa con sus imitaciones de la de Vangelis. Ni hablar del montaje, parece hecho a manotazos. Éxodo: dioses y reyes ha generado polémicas religiosas. ¿Para qué?, si está tan claro que se trata de una pésima película. La única fe que despierta este filme es la del bostezo, ¡y por 151 minutos!
Con todo, (yo) rescato un diálogo válido para el actual conflicto palestino-israelí: el faraón, con el cuerpo de su hijo muerto en brazos, le dice a Moisés: “¿Qué clase de pueblo adora a un Dios que es capaz de matar a niños recién nacidos?”, y Moisés de manera distante responde: “ningún niño hebreo murió”.